ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO - QUE MONA VA ESTA CHICA SIEMPRE

Última noche en el Soho es de esas pelis que te tiran el tráiler por sorpresa a la cara y automáticamente tienen algo que captan tu atención en un nivel muy básico. No sabría muy bien por qué, pero desde entonces ha sido una película permanente en mi recámara, lista para ser visionada a la primera oportunidad. Es cierto, que su director, Edward Wright, me gusta mucho. Pero anoche repasaba su filmografía, y además de darme cuenta que no es tan extensa como pensaba (la Trilogía del Cornetto, Scott Pilgrim y Baby Driver), son películas que me gustan bastante pero ninguna me ha volado la cabeza hasta el punto de considerarme fan (bueno, Shaun of the Dead si que me turboflipa bastante).
Pero bueno, al final tenemos un director interesante. Una trama curiosa con fantasmas, o saltos temporales o vaya usted a saber (lo dejo totalmente ambiguo para mantener la sorpresa) con un misterio que resolver. Un puntito de años sesenta en Londres, que es un escenario tan atractivo como cualquier otro para desarrollar la trama. Y dos tremendos bellezones de protagonistas como son Thomasin McKenzie y Anya Taylor-Joy que además hacen dos papelones en esta cinta. Digamos que la película lo tenía todo de cara para que me gustara.
¿Se han cumplido las expectativas? Pues diría que en su mayor parte sí, y con creces. Vamos a desgranar esto tranquilamente. Empezando por el argumento, que voy a intentar resumir sin desvelar nada. Eloise es una estudiante de diseño de moda que se traslada de la Inglaterra rural al mismísimo corazón de Londres, en pleno barrio del Soho. Allí, por alguna extraña razón empezará a soñar con Sandie, una aspirante a cantante en el glamuroso oropel del Swinging London de los años 60. Esta peculiar relación empezará a obsesionarla hasta límites que nunca hubiera podido imaginar.

En este caso, Última noche en el Soho me ha dado justo lo que esperaba. La sinopsis que he puesto, la podría haber escrito sin mayor dificultad tras ver el tráiler en lugar de hacerlo ahora tras ver la cinta. Y la realidad es que no hubiera cambiado ni una sola coma. Así que bien, porque he podido ver justo lo que esperaba ver. Incluso podríamos añadir alguna sorpresa inesperada de la que hablaremos en un par de párrafos. Por ahora continuemos con lo que sí que estaba dentro de mis expectativas.
Edward Wright cumple también con lo esperado. No es su película más redonda, quizás. Pero tampoco me da la sensación de que quiera que lo sea. Habiendo realizado trabajos con anterioridad como su Trilogía del Cornetto o Baby Driver me queda la sensación de que en esta ocasión el director buscaba hacer otra cosa, no sabría decir si menos personal. Pero creo que el poso de Última noche en el Soho resuena por otros derroteros.

Visualmente la película es una auténtica delicia. Y lo es por muchos motivos. Desde su impecable traslación al Soho londinense (tanto el actual como el de los años 60) con el que me he podido identificar mucho al haber pasado una temporada de mi vida trabajando allí (en el actual, no en el de los años 60, claro); a nuestras protagonistas, que me tuvieron embobado como un quinceañero mirando a la pantalla tanto por su belleza natural, como por su interpretación. Ambas están enormes, pero Anya Taylor-Joy se come la cámara cada vez que hace acto de presencia. La música, el diseño de arte. Todo rema a favor de obra para que al menos yo, me haya subido al barco sin pensar en bajarme en todo el trayecto.
No deja de ser paradójico que uno de los motivos por los que más haya disfrutado la película sea por la belleza de tremendas titanas cuando una de las dos sorpresas inesperadas de Última noche en el Soho sea precisamente sea una crítica al machismo imperante en nuestra sociedad (ahora, pero sobre todo muchísimo más antaño) donde las mujeres son cosificadas al extremo por el simple hecho de ser guapas. Y todo este tema se trata con un gusto exquisito. E incluso a mi, como hombre cis hetero que soy (pero quiero pensar que con dos dedos de frente) me ha sorprendido con un par de momentos que me han hecho sentir realmente incómodo. Un aplauso muy fuerte por tratar este tema, y por hacerlo como lo hace.

Para la otra sorpresa voy a hacer un aviso antes. Si bien creo que no voy a hacer ningún spoiler, si que voy a bordearlos peligrosamente. Así que si no queréis arriesgaros, podéis saltar este párrafo, que tras el salto ya estaré hablando de otras cosas. Vamos allá. Como decía varias líneas más arriba, argumentalmente la película me ha dado justo lo que esperaba. Salvo un girito final, relacionado con el misterio a resolver por parte de Eloise. Entiendo perfectamente por qué Edward Wright toma esa decisión a nivel creativo y narrativo. Aunque para mi gusto pierde más de lo que gana. Puesto que si bien ofrece sorpresa, para mi gusto desvirtúa en gran medida todo lo que comentaba en el párrafo anterior sobre el machismo, que para mi ha resultado ser el punto fuerte de la película. Aún así, no desmerece especialmente el conjunto de la cinta y para mi ha sido disfrutable hasta el final.
Hola de nuevo si has decidido saltar el párrafo anterior. Sigamos todos juntos. Podría estar hablando durante horas de como la película me ha entrado por los ojos y los oídos. La selección musical, que estoy escuchando mientras escribo estas líneas, también resulta de lo más acertado. Pero por favor, no confundáis mi entusiasmo. Es cierto que siendo una película que me ha gustado bastante y que recomiendo, Última noche en el Soho no me ha volado la cabeza. Simplemente es una película que hace bien lo que se propone y encima ofrece un poquito sobre lo que pensar. No os vayáis esperando historia del año que no la vais a encontrar.
Y Anya Taylor-Joy... ¡Guapa! ¡Hermosa! ¡Titana! ¡Faraona! ¡Reina del Martes Santo! ¡Diosa! ¡Khalessi! ¡Emperatriz!